Morelos es uno de los pocos estados de la República que durante los últimos 30 años no ha tenido avance ni desarrollo; se perdió el rumbo por los malos gobiernos.
Tampoco podemos decir que vivíamos en el primer mundo, pero como gobernados sentíamos que buena parte de nuestros impuestos eran devueltos en mejoras y ampliación de servicios, apertura y ampliación de carreteras, generación de empleos y hasta control de la delincuencia.
Hoy desconocemos, aunque sí nos imaginamos, dónde queda todo ese dinero que, por más que sea, no les alcanza a nuestros «servidores públicos» o «representantes populares» para saciar sus ilimitadas ambiciones de poder y riqueza, sin dar nada a cambio a los contribuyentes.
A partir del fin del sexenio de Lauro Ortega Martínez de 1982-1988, es decir hace más de 31 años, las cosas para Morelos comenzaron a cambiar.
Gradualmente disminuyó la inversión pública, las instituciones se empezaron a saturar de burócratas, las gordas nóminas se comieron el dinero para obras y la parálisis se veía venir.
Lógico, fueron creciendo el desempleo, la delincuencia con hechos de alto impacto, y cada vez fue más escasa la inversión en infraestructura y el poco desarrollo inhibió ingreso de capital privado al estado.
Comenzó la regresión, la rapiña de políticos aventureros y vividores de lo ajeno, y el resultado ya lo vemos.
Lentamente nos fueron llevando al caos, se corrompieron hasta el cuello; cínicos y desvergonzados se coludieron con las mafias, entregaron las instituciones a la delincuencia organizada y ahora somos rehenes en nuestras propias casas.
La descomposición social no parece alcanzar fondo porque también muchos padres de familia le echan más leña al fuego; no atienden a sus hijos y abonan en la delincuencia.
Es cierto, aunque no consolación, que muchos estados sufren lo mismo; pero como que en Morelos el panorama es aún peor.
Más que políticos, son delincuentes buena parte de quienes nos «representan», tendríamos, como sociedad que poner un alto a la debacle, o entraremos en escenarios mucho más complejos. De nosotros depende que las cosas mejoren. Hay que castigar a las ratas e ineptos. ¿No le parece?.